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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

sábado, 10 de junio de 2006

Tres poemas inéditos del libro LOS CANTOS DE LA SIBILA


EL CANTO DE LA SIBILA


La lengua en que respiro
y en la que nunca hablo.
La dulce lengua madre,
anémona olvidada,
en donde yo adivino
y sueño a medianoche.

Aquella en la que escribo
(enmascarado siempre),
aquella que no entiendo
trepando sus acentos.

Aquella siempreviva
como una golondrina
o cien gaviotas blancas,
como este prodigioso
decir marino, ahora,
donde es mejor callar
soñando con sus piedras
de un mar y de una isla,
que no adivinarán
la dicha de estas letras
que habitan en el aire
aún quieto o caprichoso
en el lejano exilio.


SIBILA DERROTADA


Rendida ante los muros y ante las puertas, muerta,
delante de mis ojos y de mi cara vieja,
anuncio ya mi muerte y la esperanza pobre
de la que muerde el agua y devoró los vientos.

Desnuda de presencias, de fantasmas claros
que agiten madrugadas o dicten los presagios,
retiro mis sentencias, renuncio a mis palabras
dichas al azar, tal vez, o con certeza.

Nada más el mar o el aire de una tarde
que no adivina nada ni quiere perpetuarse
que miro y que me mira en soledad, a solas.

No quiero aquellas vísceras de buey o los espejos,
no quiero los relojes ni hermosas caracolas;
los ojos, estos ojos, están cansados siempre
de ver y de no ver, de tanto horror y dicha.

Una sola cosa, nada más, en estos días:

Recorran el paisaje, las plazas, el mercado
sin querer saber, sin una profecía.


SIBILA SUEÑA EN XXI

(Balbuceo y canto)


El mundo en odio y hambre. Una copa rota en mil pedazos. Sed y hambre. Hambre. El odio y esta nada y el vacío, esta nada de palabras en cadena que cae y cae y cae hasta un barranco. Bocas ciegas, ojos mudos, cuerpos que se agitan sin dulzura. Caída y nada más: caída. Silencio que no escribe, llora o canta. Maldición de todo el cielo y estos dioses. Siglo de gusanos y de muertos. ¿Dónde habremos de poner a tantos muertos? La voz del mundo entero ya perdida. El hambre como triunfo: codo a codo, guerra a guerra, en la inmensa soledad de la justicia. Un desierto ganaremos, es seguro, un hondo pozo interminable sin más agua. Ese árbol de muñones, disonancias. El mundo en odio y hambre:
¿Cómo extrañará aquellos días en que la tibia leche amamantó su boca?

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