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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

lunes, 3 de julio de 2006

TRES INQUISICIONES Y TRES FÁBULAS DE UN POETA EN LA BELLEZA AMARGA


PRÓLOGO A FABULAS DE LA MUERTE DE SANTIAGO BONHOMME


Hace casi un año tuve la emoción de conocer la primera edición de Fábulas de la muerte de Santiago Bonhomme. Como tantos libros de poesía que se escriben en Chile, pensé que podía ser un título más en la larga lista de poemarios que se editan y autoeditan en nuestra república de las letras. Mi sorpresa fue extraordinaria al iniciar su lectura y darme cuenta que el texto no era “uno más”, sino, por el contrario, revelaba a un poeta joven pero con una voz poderosa que se atrevía, desde el título, a enfrentar uno de los temas centrales de la historia de la poesía: la muerte. Inscrita en lo mejor de la poesía chilena (pienso en Altazor y Últimos poemas de Huidobro o las Residencias de Neruda), esta obra también alcanzaba dignamente el sano influjo de la poesía surrealista y del versículo bíblico sin caer en un verso hermético ni declarativo.
Esta segunda edición, para mi gusto debidamente corregida, da un salto más amplio en la evolución de Bonhomme. Su obra se decanta hacia una precoz madurez y su verbo adquiere un ritmo que pocas veces he visto en la joven poesía chilena. La palabra asume con justicia el decir de un hombre (y de un personaje, Gérnesis) que nos asombra en su visión de mundo donde nada es conciliatorio ni gratuito. En esto, me parece que estas Fábulas de la muerte se revisten de una sabiduría poética que no quiere regalar nada a su lector, sino que le exige construir y reconstruir un universo a veces sombrío, a veces terrible, pero intenso de principio a fin.
Por otro lado, tanto la división en tres partes como la consciente escritura del fragmento permiten diversas formas de lectura. En primera instancia como un texto homogéneo, concreto, de largo aliento, que reviste las características de un poema extenso. En otra posibilidad de lectura, la de tres fábulas, relacionadas entre sí, aunque autónomas en su naturaleza. Finalmente, también es legítima la lectura fragmentaria que independiza cada uno de los textos pertenecientes a las tres fábulas.
Es difícil no mencionar un aspecto que sobresale permanentemente en este libro. Me refiero al buen gusto, a la buena factura y a la exactitud de la imagen. Sin caer en el pecado de un “neo-neo vanguardismo”, Santiago Bonhomme no le teme en absoluto a desplegar su imaginario donde cuchillos, cenizas, espinas y la constante presencia del color negro nos rodean incesantes para sumergirnos en una atmósfera crítica, dura y descarnada. Celebro con entusiasmo esta conjunción de la metáfora con un ritmo que fluye constantemente involucrando y encantando al lector en un mundo de amarga belleza donde el poeta no es solo un espectador, por el contrario, donde el poeta (y subrayo, el verdadero poeta) nos conmueve en sus inquisiciones y preguntas.
Estoy seguro que muy pronto Santiago Bonhomme nos deslumbrará con otro libro. Quizás más luminoso, o quizás, mucho más oscuro. No dudo en absoluto que su verbo seguirá estremeciéndonos en su particular mirada donde la hermosura nos recordará siempre que el mundo es también palabra, imaginación y poesía.

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